We do not know what a thought is, yet we’re thinking them all the time.”

Ani Tenzin

«(Todavía no sabemos con certeza  qué  es un pensamiento.  Sin embargo estamos  pensando todo el tempo)».

Durante los últimos veinte años, las investigaciones  sobre el funcionamiento del cerebro han arrojado luz sobre procesos que no sólo eran desconocidos por la ciencia sino que ella misma los negaba.

Entre los hallazgos más importantes y trascendentes para la Educación está el hecho de que el  aprendizaje en sí mismo no es solamente un «flujo de información» a través de la cabeza de los alumnos sino que literalmente hablando,  cada experiencia de enseñanza y aprendizaje  estimula, modela y forma nuevas sinapsis y redes neuronales que podrán fortalecer a ese cerebro si son los adecuadas o lo podrán debilitar o aún enfermar si no lo son.

Rick Hanson es un importante catedrático de la Universidad de California en Berkeley y lo señala claramente de esta manera: «Los cambios en el cerebro, cambian nuestros estados mentales. Y los cambios en nuestros estados mentales, cambian nuestro cerebro».

Podríamos decir que esa es la danza de la neuroplasticidad cerebral y en ella la Educación tiene mucho que ver.

Por ejemplo, la mayor activación de la corteza pre-frontal izquierda está asociada con las emociones positivas y un mayor sentido de bienestar y alerta positivo.

Una función central del córtex pre-frontal izquierdo es la de controlar  el desborde de la emocionalidad negativa y  los estímulos hacia esta zona del cerebro son esenciales para lograr  el desarrollo de una personalidad equilibrada y capaz de desarrollar  resiliencia ante la adversidad.

Las personas que experimentan de manera  rutinaria episodios de estrés crónico liberan mayor cantidad de la hormona cortisol que literalmente «come como un ácido» ciertas partes del cerebro como el hipocampo que es una estructura ligada al  desarrollo de la memoria visual-espacial y al de la memoria de contexto.

Como señala  Hanson  de la UCLA,  hay adultos que por su historial de estrés rutinario o crónico han llegado a perder casi el 25% de la masa neuronal del hipocampo y por lo tanto están afectados fuertemente en su capacidad de formar nuevas memorias.

Es decir, cuando el cerebro cambia, la mente también lo hace.

El gran desafío para la  Educación está en comprender estos  hallazgos de las Neurociencias desde una perspectiva operativa y se tiene que preguntar seriamente sobre ¿cuáles son las prácticas docentes que nos permiten  proteger, cuidar y estimular el cerebro de nuestros alumnos?

Esta pregunta tiene muchas implicancias que,  como veremos luego, van más allá del simple dictado de una clase.

La respuesta a esta pregunta implica un planteo profundo y sistémico en el que la clase es un factor esencial pero no el único.

El «entorno formativo» hace aquí su aparición central y esa conjunción de «clase» + «entorno formativo»  serán la piedra angular del interjuego cerebro-mente que analizaremos desde esta perspectiva.

Si bien aquí hemos visto cómo el cerebro actúa fuertemente sobre la mente, el descubrimiento más interesante para la Educación es precisamente  el  inverso: cómo la mente  esculpe y forma la maravillosa trama neuronal de nuestro cerebro.