«La inteligencia no existe como una medida única y causal sino que existen múltiples inteligencias posibles y la Educación debe desarrollar el mayor potencial de su conjunto. Además todas interactúan entre sí y una adecuada salud mental
implica el trabajo con cada una de ellas. (Inteligencias múltiples de Gardner)».
Aunque esto parezca una verdad básica, aún hoy existen muchas personas dentro y fuera del sistema educativo que creen que la inteligencia es un atributo genético, inalterable y generalmente enfocado en una disciplina específica.
Los avances en neurociencias nos enseñan que el concepto de «inteligencia» es mucho más complejo que el que nos enseñaron hasta hace poco los psicólogos, pedagogos e investigadores de las ciencias de la educación.
El cerebro es el órgano más complejo del organismo y su trabajo es sumamente intrincado pero lo que nos revelan las imágenes basadas en f RMI es que cuando el cerebro «procesa información» no lo hace de manera focalizada en una zona específica sino que intervienen múltiples circuitos neuronales que van desde los núcleos profundos asociados a la emocionalidad hasta los de asociación abstracta en las zonas temporo-parietales.
Cuanto más heterogénea es la naturaleza de los contenidos que una experiencia de enseñanza-aprendizaje integra en sí misma, mayor es la cantidad de zonas neuronales en acción y en este contexto es donde la metodología proyectual toma una dimensión sustancial como estrategia didáctica en los primeros niveles de enseñanza.
Cuando hablamos de metodología proyectual en el contexto educativo no hablamos de la ingeniería o la formulación de proyectos. Hablamos de una «epistemología procedimental» que integra saberes que van desde aspectos relacionados con las demandas y necesidades humanas, hasta la resolución de problemas técnico, económicos, estético y organizacionales para lograr un fin común que es la satisfacción de esa demanda social.
La experiencia de ver como una necesidad humana se transforma en un producto concreto, sea este tangible o intangible, es uno de los desafíos más enriquecedores del cerebro que aprende porque allí se expresan «las inteligencias múltiples» en toda su dimensión y con ellas el crecimiento armónico de circuitos neuronales que sin este estímulo dejan de ser tan ricos como podrían haberlo sido.
La metodología proyectual como estrategia didáctica integradora de la que aquí hablamos está lejos de la enseñanza por objetivos de la década de los ochenta o del constructivismo piagetiano.
La comprensión y aplicación de esta metodología en las aulas no sólo permitirá que nuestros alumnos aprendan a comprender mejor cómo funciona la realidad, sino que esencialmente permitirá canalizar en la práctica lo que las neurociencias nos dice hoy: estimular los distintos aspectos de «las inteligencias múltiples» de una manera integradora en la experiencia educativa, es la mejor manera de propiciar cerebros más fuertes y con mayor salud mental. Un desafío que los que nos decimos docentes no debiéramos dejar de intentar.